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Relatos en el transporte público

Relatos: #Conversacionesenelsubte

Se escuchaba un country por los vagones. Un músico callejero cantaba con una gran amplificación de sonido. Y no pude evitar estar atenta al debate cultural que se estaba armando a unos metros de mi asiento.
-¿Qué es esto? ¿Dónde estamos? ¿En yankilandia? –repetía indignada una señora.
Escuché que varias personas se pusieron a responderle cosas pero la voz que más se diferenciaba, por el volumen, era la de ella.
-¿Country? ¿Acá? ¿Por qué no se toca una chacarera como Dios manda?
Los otros pasajeros nos mirábamos entre sí. Nos pasábamos sonrisas entre el olor a mugre y la poca respiración que nos dejaba el amontonamiento humano.
-Esto es Argentina. AR-GEN-TI-NA. Que se ubique.
Pensaba por dentro la clase de disputa de sentidos que puede provocar una expresión artística. La situación me resultaba cómica, pero algo de incomodidad me generaba. No podía decidir cuál sería mi discurso ni qué posición tomar. ¿El arte es libre? ¿El arte no tendría que tener sí o sí un compromiso social? ¿Cada artista debería hacer lo que se le dé la gana sin hacerse responsable de los aspectos políticos de sus intervenciones?
La polémica generada unía a más viajeros del subte, esos compañeros efímeros con los que comparto por un tiempo más o menos corto una intimidad física inigualable.
Se formaron bandos de discusión. Uno de ellos liderado por la señora que había empezado y el otro con una organización más horizontal. Los que proclamaban y defendían nuestra argentinidad repudiando a los “vende-patria” y postulando argumentos que justificaban por qué un músico callejero no podría tocar country en nuestro contexto latinoamericano-tercermundista, y por otro lado: los libertinos del arte por el arte y la irresponsabilidad social.
En un momento quise sumarme como moderadora. Tenía ganas de participar de alguna manera y mis reflexiones tibias no me dejaban estar de acuerdo al cien por ciento con ningún grupo. Pero la disputa terminó siendo muy breve. Uno a uno de los contrincantes fue bajando en las distintas estaciones y cuando ya se había ido la señora del principio fue imposible continuar el debate con la misma energía de antes.
La gente se silenció y volvió a sus celulares, auriculares o libros. A concentrarse en otra cosa que los entretuviera. Solo un pasajero, que no había intervenido en todo el suceso, se animó a decir algo después de unos minutos:
-Yo solo quería que el chabón se tocara algo de Amar Azul.


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